miércoles, 9 de julio de 2014

No sé muy bien cómo empezar este relato. La verdad que me ha costado tiempo encontrar las palabras para describir la situación que he vivido estos últimos meses. Por un lado, me he encontrado inmerso en mi primer trabajo como director, Éxodo, un niño que estamos pariendo con mucho cariño; y, por otro, sufrir una enfermedad que no padecía en persona, pero que padecía mi madre:
una enfermedad llamada depresión, un mal, del que cuesta mucho evadirse.
Salvando las distancias y expresando un profundo respeto por todos los pacientes que sufren otras enfermedades, en mi humilde opinión, la depresión puede estar a la altura en el ranking de las peores patologías que existen, porque no solo sufre la enfermedad el que la lleva sobre sus hombros, si no todos los que se encuentran a su alrededor, y en especial, la familia más directa.
Después de decenas de tratamientos antidepresivos, terapias, etc. cada vez hacía más mella en mí la idea de que nunca volvería a ver a mi madre sonreír, bailar, cantar, pasear, relacionarse, en fin, disfrutar de la vida. Ver cómo poco a poco, su expresión literalmente se apagaba, me producía un profundo dolor y la desesperación llenaba mi cabeza al ver cómo ningún tratamiento o prescripción médica podía mejorar la situación.
En medio de todo este caos, contactó conmigo un señor llamado Mariano Pino, con el cual hacía muchísimos años que no mantenía ninguna relación directa, es más, hacía una década más o menos que ni lo había visto por Miajadas.
Este hombre, contactó conmigo para decirme que sabía de la situación de mi madre, que era consciente de lo mal que lo estaba pasando y me ofreció su ayuda para intentar mejorarla. ¿Cómo puedes ayudarme, Mariano? Y él utilizó una palabra mágica: Reiki. Había oído hablar de los beneficios de esta terapia y que cada vez es más normal encontrar en hospitales públicos su uso para mejorar el estado de ánimo de pacientes con enfermedades crónicas o mortales. Pero nunca me había planteado interesarme por el Reiki, ni mucho menos pensar que podía ayudar a mi madre.
En Semana Santa di el primer paso y me animé a probar una nueva experiencia, una experiencia de la que solo había encontrado afirmaciones positivas en internet. Al principio estaba un poco asustado, no sabía muy bien donde me adentraba. En su casa, me recibió Mariano, con un olor muy fuerte a incienso. Al principio, charlamos mucho tiempo sobre Reiki, cómo funcionaba y sus efectos y sobre los beneficios que podía aportarme. Después hablar durante más de una hora, decidí ponerme en sus manos y averiguar por mí mismo qué era aquello de las energías.
Al finalizar la sesión, pocas veces en mi vida había sentido tan gratificante sensación de tranquilidad. Parecía que todo lo que producía preocupación o intranquilidad en mi mente desapareció en cuestión de minutos. Después de una sesión, sientes que puedes comerte el mundo y que nada puede pararte, que estás preparado para cualquier contratiempo o imprevisto. Tal fue mi sorpresa, que repetí más de una vez.
Al poco tiempo, y tras comprobar cómo había mejorado interiormente gracias a la terapia Reiki, decidí animar a mi madre, misión casi imposible ya que en esos
momentos a mi madre le daba miedo hasta cruzar el umbral de nuestra casa y sentía fobia a la luz. A base de machacar el tema, conseguí al menos que mantuviese una entrevista con Mariano y al igual que yo, ese mismo día se puso en sus manos. Después de la primera sesión, mi madre parecía otra persona: esa luz que parecía haberse apagado en su rostro, se había encendido y por primera vez en mucho tiempo Narcisa volvía a sonreír.
Mi madre, al ver el resultado, comenzó a acudir a la consulta de Mariano por propia iniciativa. Las primeras sesiones transcurrían sin problemas, pero al poco tiempo, mi madre comenzó a presentar síntomas de que algo iba mal, empezó a empeorar y tenía crisis de ansiedad cada dos o tres días. La situación se volvió incontrolable hasta el punto en que fue necesario el ingreso hospitalario en una clínica madrileña.
Yo no entendía nada: ¿cómo una misma terapia, podía resultar tan beneficiosa en mí y en mi madre tener el efecto totalmente contrario? Preguntaba a Mariano, y él me respondía que confiase en él, que era algo muy normal en estos tratamientos: el Reiki trabaja con las energías, y energías hay malas y buenas. El trabajo que realiza el Reiki es intentar nivelar ambos tipos de energía para que nuestro cuerpo y mente funcionen a la perfección. Pero en personas muy enfermas como mi madre, puede haber un efecto rebote y al principio mostrar un resultado contrario al que se espera, una especie de aceleración del proceso curativo para que la sanción llegue lo más pronto posible.
Al llegar al hospital, me sorprendí mucho porque la doctora que llevaba el caso de mi madre, era una total conocedora de la práctica Reiki y me explicó lo que posiblemente le estaba sucediendo a mi madre y volvió a ratificarme lo que Mariano me había comentado previamente, y varios días durante el ingreso, hablamos largo y tendido sobre las propiedades del Reiki y de que había hecho bien en convencer a mi madre para que empezara el tratamiento energético.
Después de nueve días de ingreso, hoy puedo decir abiertamente y sin ningún tipo de vergüenza, que mi madre ha vuelto a nacer: calculo que más o menos hace dos años que no veía tanta alegría en ella, tantas ganas de vivir. Todo el mundo está sorprendido por su evolución y los médicos no se explican muy bien cómo ha mejorado tan rápido en apenas 15 días, cuando es sabido que los tratamientos antidepresivos tardan una media de dos meses en empezar a hacer un efecto real.
Si me preguntáis: Francisco, ¿Crees que el Reiki ha curado a tu madre? Os contestaría que el Reiki ha ayudado a mi madre a salir del pozo en el que se encontraba y también, la medicina. No intento en ninguna de mis palabras, afirmar que el Reiki es el milagro para todas los males, pero animo a todo el mundo que confíen en este tipo de terapia para encontrar resultados, de forma complementaria a un seguimiento médico.
Por último, saludar y agradecer a Mariano Pino que se pusiera en contacto conmigo y ofrecerme su ayuda. Un saludo maestro!


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